Ocho Primaveras {Oneshot} [Capítulo único]

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Ocho Primaveras por Mellark. (c) Poster Mellark. 

Minho x Gwiboon (het!MinKey) / Oneshot / Hetero / Romance – Humor

Advertencias: Chistes e insinuaciones de índole sexual.

N/A: Los personajes representados en esta historia no me pertenecen, sino a sí mismos y al fandom SHINee World. Hola, hola. Este one shot lo escribí hace un par de meses pero nunca lo había podido publicar en ningún lado porque me da miedo Facebook y en Amor-Yaoi no es aceptado. ¡Hoy es el estreno de mi primer hetero!

PD. Acósenme por aquí, a ver si me digno a escribir más cositas.

«Castiga, exhausto, el poste tosco y recto e insiste, infausto, que ha visto a los espectros.»

Gwiboon repitió el trabalenguas otra vez en su mente y seguro se le escapó a la boca, porque se oyó diciéndolo con voz trémula, casi con miedo.

Hacía un día fresco, con el sol de puro adorno pues soplaba un vientecillo que prometía arreciar según el paso de las horas. La niña castaña sintió un escalofrío a causa del clima. O tal vez no fuera ésa la razón.

Estaba sentada a la sombra de un gran árbol que crecía en el jardín de su tía Sung Ni, con su falda azul de volantes y su suéter de lana, hecho por la abuela Kwon. Sus largas coletas se mecían al compás del viento mientras pasaba las páginas del libro que había sustraído —clandestinamente— de la habitación de su primo Sungjong.

El libro era negro y pesado, con grandes letras blancas y rojas al frente que rezaban, casi con vehemencia, el título It y el nombre de famoso autor : Stephen King.

Lo había tomado cerca de las once de la mañana y había parado a la una, para ir a merendar dentro de la casa de sus tíos, dejando el separador en la página 350. Retomó la lectura quince minutos más tarde, después de casi atragantarse con los sandwichs que le había hecho el tío Ryeowook.

El viento aún tenía una velocidad media cuando Gwiboon llegó al primer interludio establecido en la novela. Ella desconocía el significado de la palabra, así que apartó el libro a un lado y se recargó en la corteza tosca del árbol. En su mente, visualizó al buen Bill Denbrough, tan real como su imaginación se lo permitía y experimentó cierto deje de admiración hacia él.

—Castiga, exhausto, el poste tosco y recto e insiste, infausto, que ha visto a los espectros.—murmuró.

Se sorprendió de su propio miedo y se rió.

—Tonta Gwiboon, ¿le tienes miedo a un payaso imaginario?—pensó antes de volver a tomar el libro.

Se le puso la piel de gallina cuando oyó un crujido tras el árbol, como cuando alguien pisa las hojas. Acto seguido, escuchó como alguien subía por el árbol, y el sonido distaba mucho de las patas de una ardilla. Enfocó su vista en el libro y continuó leyendo el relato, ésta vez contado por Mike Hanlon.

Tras ella, una rama se quebró. Gwiboon soltó un chillido, se levantó de un salto y volteó a todos lados, buscando al mortífero payaso, para atestarle un librazo y huir en retirada hacia la casa.

Lo que encontró, no fue la forma genérica de Eso, tampoco el pájaro gigantesco que aterrorizó al joven Hanlon, ni siquiera el vagabundo leproso que asustó de muerte al pobre Eddie Kaspbrak. Ante sus pequeñitos ojos de gato, había en el césped bajo el árbol, un muchachito.

Era delgado, mucho más que la media, sus ojos eran exageradamente grandes, su cabello era castaño y ondulado, a la altura de la barbilla y tenía las rodillas raspadas y sangrantes.

Su primer instinto fue acercarse para ayudarlo, pero al ver que había aterrizado su plano trasero sobre el libro de su primo, corrió hacia él y lo apartó de un empujón, haciéndolo caer —confundido y despatarrado— sobre el verde pasto.

—¡Tonto!—gritó la niña—¡Acabas de aplastarlo!

El chico, atónito, la observaba desde sus enormes orbes castañas.

—¿Te vas a quedar ahí echado?—gruñó mientras sacudía el libro y el separador—Límpiate y vete a pensar cómo le vas a pagar el libro a Sungjong.

El castaño, más sorprendido que nunca, se sentó.

—¿Pagarle a quién?—preguntó.

A Gwiboon, su voz se le hizo graciosa. Era baja pero subió súbitamente de un modo extraño, gracias a la señora Pubertad. Evitando reírse del niño, se sacudió la falda y lo miró, altiva.

—A Sungjong, mi primo. El dueño del libro.—reprochó con naturaleza de princesa. Calmada pero con aire de superioridad.—Así que piensa, porque el libro fue bastante costoso, como te imaginarás, ya que es extranjero.

El niño la miró, esperando que en cualquier momento confesara que estaba bromeando y que le invitaba a cenar en su casa. Pero éso no pasó.

—¿Qué tanto me ves?—chilló ella, enojada—No estoy bromeando, mocoso. Ve con tu papá y dile que le debes a Kim Sungjong un libro nuevo.

—Minho—dijo él, desconcertándola.

—¿Qué?

El chico, Minho, frunció el ceño y se levantó, revelando su estatura completa a la jovencita.

—Mi nombre es Minho. Choi Minho.

Gwiboon se deslumbró un momento después de recorrerlo con la mirada. Minho medía, a ojos de la niña, unos 172 centímetros aproximadamente. Ella, con su 1.59, se sentía como una hormiga junto a un Gran Danés.

Después de quedarse admirando al chico frente a ella, Gwiboon, haciendo acopio de su fuerza de voluntad, apartó la vista casi despectivamente y se cruzó de brazos; costumbre aprendida de su madre, Kim Jaejin.

—No me importa quién seas—dijo—Lo que me importa es que le repongas la novela a mi primo.

Minho, sospechando de la veracidad de la acusación, se acercó a la niña y ella retrocedió hacia el árbol.

—Si el libro es de tu primo, ¿por qué no me lo reclama él?—preguntó.

La castaña palideció y le temblaron las manos al saberse descubierta.

—P-porque no está. Está en casa de Kim Myungsoo, de pijamada.—respondió con voz temblorina.

Minho sonrió, resplandeciente.

—Entonces no hay problema, gatita. Sungyeol no tiene por qué enterarse de que su libro fue doblado.—dijo, sin perder la sonrisa—Puedes conseguir uno nuevo antes de que vuela.

Gwiboon se sintió bipolar ante el apodo.

—¡Pero si lo aplastaste tú!—exclamó ella—Y es Sungjong, no Sungyeol—como si hubiera olvidado algo, agregó—¡No me digas «gatita»! Soy una chica, no un gato.

Minho rió y Gwiboon quedó atrapada por ése sonido.

—No lo hubiera aplastado si tú no lo hubieras tomado sin permiso—contraatacó—Y no quise ofenderte, sé que eres una chica, pero tu cara es como la de un gatito.

Gwiboon se sonrojó y miró hacia otro lado.

—No puedo pagarle otro libro a tu primo—continuó Minho—Pero puedo ayudarte a arreglar éste.

La niña volvió su cara para ver al muchacho y sus ojitos brillaron.

—¡¿Enserio?!—Choi asintió—¡Gracias, Minho!

Sin saber cuál fuerza la empujó a hacerlo, corrió hasta el castaño y lo abrazó con efusividad, sorprendiéndolo tanto que se cayó hacia atrás, con ella sobre su pecho.

Ambos cerraron los ojos en la caída y Minho los abrió cuando su espalda golpeó el piso. Lo primero que vió fue la pequeña y bonita cara de Gwiboon a escasos centímetros de la suya. Las pestañas, largas y oscuras, temblaron sobre las altivas mejillas coloreadas.

Minho sonrió y le apartó el cabello del rostro con la zurda.

—Gatita—llamó juguetón—¿No vamos a reparar el libro de Sungyeol?

Gwiboon abrió rápidamente los ojos y se levantó del cuerpo de Minho, arreglándose el pelo y la ropa.

—Me llamo Gwiboon—dijo, nerviosa, y le ofreció la mano para ayudarlo a levantarse—Deja de decirme «gatita». Es molesto.

Minho se ayudó con la mano de la chica y quedó frente a ella en un salto.

—Mucho gusto, Gwiboon—le besó la mano, burlonamente, y ella la retiró; risueña y sonrojada.

Entraron a la casa de los tíos de Gwiboon y desdoblaron cuidadosamente la portada del libro por sabrá Dios cuánto tiempo, porque ellos lo sintieron como minutos… Hasta que llegaron Sungjong y su amigo-más-que-amigo, Myungsoo.

—¡Mamá! ¡Gwiboon está en mi cuarto con un chico!—gritó Sungjong, ante los asustados ojos de los menores—¡Y no están besándose!

Después de éso, la castaña iba con más frecuencia a casa de sus tíos Sung Ni y Ryeo Wook.

—¡Minho, tú puedes!—gritaba una universitaria Gwiboon, con el cabello bronce rojizo recogido en un despeinado chongo.

Minho botaba la pelota con elegancia, esquivando a sus altos oponentes y acercándose cada vez más a la zona desde donde tiraría, anotando otros dos puntos para su equipo.

—¡Tú puedes, Choi!—chillaba Lee Jin Ki, entrenador del equipo, mientras su esposa, Kim Jung Hee, se aferraba con las uñas a su tonificado brazo.

La Universidad entera gritaba y rugía el nombre de Choi Min Ho, el héroe deportivo de la institución, próximo a ser reclutado por la NBA.

Minho burló a un moreno grandulón y se hizo al frente de la canasta. Sin oponentes cerca, miró hacia las gradas, donde encontró la cara animada de su mejor amiga, quien, con fonomímicas, le dió apoyo.

El joven, renovado de energías, flexionó las rodillas y pegó tal salto que quedó enganchado de la canasta, segundos después de meter el balón dentro.

Un grito colectivo llenó el recinto mientras el anunciador declaraba la victoria para el equipo de la Universidad de Seúl. Gwiboon bajó corriendo las gradas y trató de echársele al cuello a su amigo… Siendo detenida por el menudo y bajito cuerpo de Lim Mei Ji, capitana del equipo de porrismo y stalker personal de Minho.

—¡Minho! ¡Estuviste genial!—gritó Mei Ji en la cara del castaño.

El aludido sonrió indiferente mientras buscaba la carita afelinada de Gwiboon.

—¿Irás a celebrar con el resto del equipo?—preguntó, coqueta y descarada.

Minho se vió obligado a responderle a la menor.

—No, lo siento. Tengo un compromiso.

Mei Ji frunció el ceño e hizo un puchero estúpido.

—¿No pudes cancelarlooooooo?—se quejó, colagada de su brazo.

—No. Lo siento, Mei Ji. Es algo importante—se zafó de su agarre y se dirigió al entrenador Lee, que no dejaba de besar a su esposa por la emoción—¿Has visto a Gwiboon?

Lee negó y Junghee se separó de él, sofocada.

—Creo que la vi yéndose con la Lee Taemin, de la Academia de Artes—comunicó y volvió a ser besuqueada y ahogada por su esposo.

La sangre le hirvió a Choi y pateó el aire, enfurecido con la ex-castaña. ¿Cómo podría haber olvidado que ése día cumplían ocho años de ser amigos? Todo por culpa del bobo flower boy.

Furioso, tomó el celular y le texteó a Gwiboon el siguiente SMS :

«Espero que te diviertas mucho los próximos ocho años con Lee Taemin. :)

-Minho»

Ni se detuvo a pensar lo ridículo que sonaba, simplemente lo envió y salió del gimnasio, corriendo hacia la piscina de la Universidad. Se sentó en la orilla y recibió un mensaje.

«Yo espero que te diviertas más con Lim Mei Ji. Ten cuidado, no te vayan a contagiar una ETS.

-Gwiboon.
P.D. Eres un idiota. XOXO»

Le ardió la cara y golpeó el piso, sintiéndose tonto por lastimarse los nudillos injustificadamente. El entrenador Lee lo regañaría más tarde.

Impulsivo, como sólo él podía serlo, tomó de nuevo el celular y texteó.

«Gracias por la advertencia. Aunque la que debería protegerse eres tú, no te vayan a pegar el VIH. Con eso de que tu amiguito es de sexualidad indefinida…

-Minho.»

Ésta vez, sí pensó en lo estúpido que se veía, pero no le interesó porque igual lo envió.

La respuesta fue su tono de celular sonando y el nombre de Gwiboon en su pantalla.

Contestó.

—Escúchame, ¡y escúchame bien, grandísimo idiota!—gruñó la voz furiosa de su mejor amiga—Taemin podrá ser bisexual, pero él es mucho más hombre de lo que tú jamás serás.

Minho rió, ácido y dolido, a partes iguales.

—¿Cómo sabes? ¿Ya te lo probó?—contestó, cínico.

—Sí. Pero no de la forma enferma que estás pensando.

Minho cerró los puños.

—¿Ahora lees mentes? ¿De cuál forma, entonces? ¿Cómo puedes atreverte a decir que la mariquita de Lee Taemin es más hombre que yo, Choi Minho, el chico más deseado y envidiado del Campus?

Gwiboon rió, a través de la línea.

—Por éso mismo. Porque Taemin es lo suficientemente hombre para confesársele sin rodeos a la persona que quiere—dijo con voz segura—No como tú.

Algo en Minho se quebró.

—¿De qué hablas, Gwiboon?—oyó un sollozo.

—Olvídalo, Choi—Minho pudo oír cómo se enjugaba las lágrimas—Adiós.—y colgó.

Minho dejó caer el teléfono en el césped, sin reparar en el crujido de rotura que salió de él. Se sintió estúpido. ¿Taemin acababa de confersársele a Gwiboon? ¿A su Gwiboon? ¿A su gatita? Entonces, se dió cuenta que siempre pensó en ella como suya.

Siempre, desde que la encontró leyendo el libro sobre el cual aterrizó. Más cuando la vió disfrazada de Black Widow, el Halloween anterior. Aún más cuando ella le abrazaba y le decía que lo quería como a nadie. Y Minho sabía que era verdad.

Tomó de nuevo el teléfono y llamó, sin tener respuesta. Corrió desesperado hacia el gimnasio, preguntando a gritos por ella, pero nadie le respondió. Preguntó al hermano de Taemin, Kai, por él, pero lo único que recibió fue una risa ebria.

Salió de ahí y volvió a la zonas deportivas. Pasó por la cancha de fútbol y la zona de vóleibol. No había nadie ahí. Sacó el celular y llamó a Taemin, que tampoco contestó. Corrió, desilusionado, al campo de fútbol americano, donde divisó dos siluetas en la lejanía.

Esperanzado, se acercó a ellos y vió el cabello negro azabache de Taemin. Trotó hasta ellos y escuchó su plática, entrecortada por sollozos.

—Te quiero, Taemin—berreaba Gwiboon—Pero…

Taemin la abrazó, con un sonrisa leve.

—Pero no como a él. Lo sé. No te preocupes—acarició su cabellera y se separó de ella—Por éso lo hice, para que te dieras cuenta.

Gwiboon gimoteaba en los escuálidos brazos del menor.

—Es que no entiendes. Minho es demasiado idiota y, a menos de que le grite «Hey, ¡me gustas!», jamás se dará cuenta.—se apretó al cuerpecillo del chico.

Taemin sonrió contra el pelo de fuego de la chica y se alejó de ella.

—Yo creo que sólo es un poco despistado. Además, es obvio que te quiere, o no estaría detrás de ti, tirándome una mirada de odio en este momento.

Gwiboon volteó súbitamente y encontró la noche recortada por la enorme y musculosa silueta de Choi Minho. Se limpió apresuradamente los lagrimones y se irguió derecha.

—¿Qué quieres?—dijo, con voz quebrada.

Taemin sonrió.

—Yo sobro aquí, los veo luego—se despidió y echó a andar, pasando junto a Minho y susurrándole—Si vuelve a llorar por ti, date por muerto, cavernícola.

Se alejó con la luna de fondo y los dejó solos.

—¿Es cierto lo que le dijiste a Taemin?—preguntó Minho, acercándose a ella—¿Te gusto?

Gwiboon tembló de nuevo.

—¿Y qué si así fuera? ¿Te molesta?—la pequeña y antigua Gwiboon habló desde el cuerpo de la Gwiboon mayor.

Minho sonrió y le tomó las manos con las propias.

—Castiga, exhausto, el poste tosco y recto e insiste, infausto…

—Que ha visto a los espectros—completó ella, medio sonriendo—¿Recuerdas éso?

Minho asintió y sonrió ampliamente.

—¿Recuerdas que te decía «gatita»?—preguntó.

Gwiboon sonrió, más genuinamente.

—¿Cómo olvidarlo? Lo detestaba y Sungjong me molestaba con ello.

Minho la abrazó contra su fornido pecho.

—Me gustas, Gwiboon—soltó en su oído—Sé que soy un idiota, pero siempre me has gustado.

Gwiboon lagrimeó otro poco y se abrazó al fuerte joven.

—Sungjong decía que, tarde o temprano, terminaríamos gustándonos—lo miró a los ojos—Parece que fue más temprano que tarde, pero somos estúpidos.

Minho sonrió y bajó el rostro a la cara de la chica. Compartieron un beso, tal como habrían compartido un helado a los doce o una bicicleta a los quince; con cariño y pensando el uno en el otro. Gwiboon se sonrojó a mitad del beso y se separó, para después abrazarlo.

—Más te vale que Mei Ji no crea que tiene alguna oportunidad contigo—reclamó—Recuerda que soy una gatita, y araño.

Minho se carcajeó y le besó la frente.

—Mejor aráñame a mí.—susurró coqueto.

Gwiboon le pegó en el brazo.

—¡Calmadito, Choi! Todavía no te perdono ésa vez que besaste a Sulli.—gruñó, cruzada de brazos.

—¡Pero es mi prima!

—¿Y? Yo no ando besando a Sungjong, y es mi primo, también.—aclaró.

Minho rió.

—Éso es porque Sungjong es muy gay, gatita.

Gwiboon le enseñó la lengua.

—Cállate y bésame, Choi.

Y Minho lo hizo, con toda la ternura, dulzura y amor que había contenido ésas largas —y a la vez, volátiles—ocho primaveras.

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